Amantes seriales by María Raquel Bonifacino

Amantes seriales by María Raquel Bonifacino

autor:María Raquel Bonifacino [Bonifacino, María Raquel]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9789876917179
editor: Biblos
publicado: 2019-02-01T00:00:00+00:00


Por qué decimos que el amor es ciego

Hace ya tiempo, la ciencia descubrió que ante la visión del ser amado se activan determinadas zonas del cerebro donde surgen sensaciones de euforia. Más recientemente, estudios efectuados en la University College de Londres revelaron algo sorprendente: que las áreas encargadas de realizar juicios sociales y, por tanto, de someter al prójimo a valoración, se inactivan. Ante nuestro amor, nos volvemos “ciegos” o, por lo menos, bajamos la guardia.

Este rasgo evolutivo, que contribuye a preservar la especie aumentando las posibilidades de procreación, ha despertado el interés de diversos especialistas. Por ejemplo, la psiquiatra estadounidense Frances Cohen coincide en señalar que, al comienzo de una relación amorosa, el cerebro tiende a desactivar los mecanismos de alerta ante aquello que, en otras circunstancias, consideraríamos desagradable en un individuo.

Trabajos anteriores habían aportado otros datos interesantes. Se sabe, por ejemplo, que una de las principales sustancias endógenas implicadas en el enamoramiento es la feniletilamina; cuando inunda el cerebro, activa la secreción de dopamina, que nos hace repetir lo que nos proporciona placer, y de oxitocina, que despierta el deseo sexual.

La combinación da lugar a los arrebatos sentimentales y posibilita, por ejemplo, que los enamorados pasen horas haciendo el amor y noches enteras conversando, sin sensación alguna de cansancio o sueño. En definitiva, nos sentimos bien con nuestro amor, estamos excitados y eufóricos, necesitamos a la persona amada porque nos proporciona placer y nuestra capacidad para juzgarla está anulada.

Pero la fase de atracción no dura para siempre. La síntesis de feniletilamina no puede prolongarse indefinidamente (entre otros motivos, porque moriríamos de extenuación); al cabo de dos o tres años, sus efectos desaparecen. Es entonces cuando la realidad nos muestra lo que antes no vimos.

Con el tiempo, el organismo se va haciendo resistente a la acción de estas sustancias. La locura de la pasión se desvanece gradualmente y, en una segunda etapa, cede su lugar a un amor más sosegado. Se trata de un sentimiento de seguridad, comodidad y paz, esta vez asociado con las endorfinas, que confieren sensación de pertenencia y apego. Por ello se sufre tanto al perder al ser querido: dejamos de recibir la dosis diaria de estos “bloqueadores del dolor”.

También el amor de una madre por su hijo es ciego y provoca sensación de bienestar, como se verificó en mujeres que miraron fotos de sus niños durante una investigación de la mencionada University College. Se ha comprobado, además, que durante el parto se liberan oxitocina, endorfinas y adrenalina. La combinación de las tres tiene un efecto positivo sobre el cerebro y provoca una especie de enamoramiento con el bebé, dejando de lado el esfuerzo del nacimiento.

La naturaleza nos programa para dirigir nuestras emociones a obedecer un instinto básico: la preservación de la especie y el cuidado de los más débiles. Puede que la naturaleza sea sabia, pero dejar que las hormonas gobiernen nuestra vida es poco inteligente. Tenemos la posibilidad de controlar nuestras elecciones y evitar que nos lastimen. Permitir que un software reproductivo maneje nuestro corazón ha demostrado ser causa de grandes dolores, sufrimientos y hasta muertes.



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